21 de nov. 2012

PP y PSOE sobre arenas movedizas



Alberto Fabra (PPcv) i Ximo Puig (PSPV-PSOE)
Hace algunos meses, un antiguo dirigente socialista valenciano, mostraba su estupor por el hecho de que el PSOE baje en las encuestas, a pesar del desastre de los gobiernos del PP en Madrid y Valencia. Lo que se ha evidenciado (con matices, en un caso importantes) en todas las convocatorias electorales desde noviembre de 2012 y repiten las encuestas es que cae el PP y se hunden los socialistas. Pero, ¿por qué? Aventuraremos una hipótesis explicativa de algunas dinámicas, siendo conscientes de que las variables en juego son muchas más y en cuestión de comportamientos electorales son tiempos de volatilidad, especialmente en eso que tradicionalmente se acostumbra a denominar la izquierda y, más aún, en el País Valenciano.



Ejes tradicionales de la confrontación política

En la democracia española de los últimos 35 años, los conflictos relevantes que han dado lugar a fracturas políticas han sido dos: el principal, la cuestión social tradicional, ha escindido la población en función del eje derecha-izquierda; el secundario, la cuestión nacionalitaria, ha originado escisiones en torno a la definición de España como realidad uninacional (y unilingüística) o como realidad plurinacional (y plurilingüísta).

Mayoritariamente, la población española, en unas comunidades autónomas más que en otras, se situaba mayoritariamente en el centro y el centro-izquierda; aunque con el paso del tiempo ha ido desplazándose hacia el centro, especialmente en la Comunidad Valenciana. Respecto al eje sobre como se entendía España, ha dominado claramente la concepción de que era una realidad uninacional, un cierto reconocimiento de la diversidad lingüística y una valoración positiva de la organización autonómica del estado; si bien en los últimos años la posición vira hacia tesis más centralistas. Hay, sin embargo, disfunciones en las comunidades periféricas con lengua propia y eso provoca que estas escisiones identitarias presenten singularidades en Galicia, Navarra, Baleares, el País Valenciano, Aragón y Canarias. Mientras que en el País Vasco y Cataluña, la opinión mayoritaria es que España es una realidad plurinacional (y plurilingüística) y hay tendencias crecientes hacia el soberanismo.

Este doble eje de escisión política ha dado lugar a un doble grupo de partidos y a tres tipos de representación parlamentaria estatal. Los partidos de ámbito estatal (básicamente PSOE, PP, IU, y ahora UPyD) y los de ámbito autonómico o subestatal (donde destacan CiU, PNV, CC, ERC, BNG, Bildu o Compromís entre otros). Con un sistema de representación que favorece y sobrerrepresenta a los grandes partidos estatales (PP y PSOE), es proporcional con los partidos de ámbito autonómico, y perjudica e infrarrepresenta a los pequeños partidos de ámbito estatal (IU y UPyD).
Voto a partidos nacionalistas no españolistas

En el ámbito valenciano, la posición dominante ha sido similar a la española en los dos ejes de fractura relevantes, con dos particularidades. El desplazamiento hacia el centro-derecha, en las dos últimas décadas, ha sido más intenso. Segundo, la cuestión identitaria valenciana está condicionada por el impulso, por parte de la derecha valenciana, de un anticatalanismo primario y virulento, basado en la dialéctica amigo-enemigo, que ha dado lugar a un eje identitario valenciano singular, determinado por la división entre anticatalanismo (los buenos valencianos) y catalanismo (los malos valencianos). Gracias al anticatalanismo (idea dominante durante años en la sociedad valenciana), la derecha consiguió una clarísima hegemonía ideológica antes de empezar a ganar todas las elecciones que han tenido lugar en la Comunidad Valenciana desde 1993. A finales del siglo pasado, el PP fagocita a UV y ayudado por las crisis estructurales de la izquierda se convierte en el imaginario de la mayor parte de la población en el partido “nacional” de los valencianos, el que mejor representaba sus intereses, una percepción que todos los estudios electorales cualitativos confirmaban hasta marzo 2012.

Escisiones políticas tradiciones valencianas
Los partidos centrales dentro de este sistema de escisiones políticas han sido el PSPV-PSOE y sobretodo el PPcv, y los periféricos EU, Compromís y UPyD (y, en otro tiempo, UV y CDS). El PSPV-PSOE no fue capaz de convertir las mayorías electorales de los años setenta y ochenta del siglo pasado en un proyecto hegemónico (como sí hizo el PSOE de Andalucia, por ejemplo), en parte por el lastre de la escisión identitaria; algo de lo que si que consiguió el PPcv. La conversión de los populares en el partido valenciano, fue paralela al incremento, evidente desde 1991, del bipartidismo representativo y de una posición cada vez más dominante del PPcv en términos de poder institucional (actualmente gestiona más del 97% del presupuesto que afecta a los valencianos, sumados los ámbitos locales, provinciales, autonómicos y estatales), a pesar de que la distancia de voto a la derecha y la izquierda no es tan abultada como el enorme dominio político conservador hace pensar.

Nuevos ejes

¡Stop desahucios! 
La crisis lo ha alterado todo. Desde mayo de 2010, destrozando las expectativas electorales y las bases sociales del PSOE (lo que, sin que el PP aumentara a penas en votos, dio a Rajoy la mayoría absoluta conservadora más grande de la historia de la democracia) e incrementando el apoyo electoral a los pequeños partidos de izquierda y a los partidos de ámbito autonómico, incluido el partido “nacional” madrileño que, hasta el momento, es UPyD. Desde marzo de 2012 (derrota andaluza y presupuestos del Estado 2012), erosionando al PP con una intensidad considerable y creciente, al menos hasta el pasado mes de septiembre en la que parece frenarse, sin detenerse, el nivel de caída popular.

La causa principal del debilitamiento de los dos grandes partidos dinásticos es que, a los ejes tradicionales de escisión política, se han añadido otros nuevos, especialmente determinantes entre los menores de 40 años. Y, en el ámbito valenciano, que el hundimiento del modelo económico conservador, resquebraja las lealtades de los ultraprotegidos (con ayuda sindical) sistemas clientelares del PP valenciano y pone en cuestión seriamente, por primera vez en más de 30 años, el espantajo paralizante del anticatalanismo.
Durante el 25-S en Madrid

La crisis, los movimientos antipartitocráticos (15M, 25S, etc.) y la degradación de las clases media están dando lugar a un proceso de aceleración de acontecimientos, en el que ni los representantes políticos ni los partidos que los apoyan parecen tener ningún control, mientras aumenta la desconfianza hacia ellos y los privilegios de la partitocracia por parte de la ciudadanía. Se puede echar la culpa de la crisis a la economía financiera y a la especulación urbanística, pero los ciudadanos eligen democráticamente a unos representantes para que los representen, gobiernen y tomen decisiones. Pero la crisis que vivimos es también una crisis de la democracia, los representantes políticos no representan adecuadamente a los ciudadanos, no cumplen su función primordial y, además, tienen una responsabilidad directa y exigible ante lo que está pasando.

Al fin y al cabo, los políticos (la mayoría, no todos) y sus partidos (la mayoría, no todos) por omisión de acción, por ineficacia, por actuar como casta privilegiada, por mediocridad, por cobardía o por corrupción han carecido de voluntad de enfrentarse a los poderes económicos fuertes (bancos, holdings financieros y grandes multinacionales) tienen una responsabilidad directa en la extensión desmesurada del crédito, en la burbuja inmobiliaria, en la gestión de la CAM, Bancaja o Caja Madrid, en los aeropuertos sin aviones, en los AVE deficitarios, en la degradación de la Sanidad y la Educación públicas, en el aumento de las desigualdades, en las injustas y desequilibradas medidas de austeridad (una gigantesca transferencia de capital público y de recursos de la inmensa mayoría de la población hacia la oligarquía económica) y en la inacción y devaluación de la política y de la democracia.

Esta hiriente realidad lleva a la aparición de nuevos ejes de escisión política, que se superponen a los anteriores y que coyunturalmente pueden determinar el comportamiento político de buena parte de la población. Por un lado, el rechazo a los responsables políticos de la crisis (los partidos que han gobernado y tomado medidas de austeridad). Por otro, una oposición creciente y nada despreciable contra el comportamiento de los políticos, o dicho de una forma más precisa, contra la partitocracia y los privilegios de los vinculados al poder de los partidos (estatus, influencias, prebendas y sueldos generalmente muy superiores a la capacidad y el talento de los representantes partidistas o de los cargos, asesores, colocados y todo tipo de enchufados). Se alegará que hay mucho de demagogia y desconfianza hacia la democracia en muchas de las críticas a los políticos y la partitocracia, seguramente; pero la escisión está ahí, tiene fundamentos reales (el saqueo de la casta política y de los grupos empresariales y religiosos vinculados al poder es un hecho) y crece, como aumenta también el resentimiento colectivo: una emoción social tan poderosa como destructiva.

Escisiones políticas emergentes


Estos nuevos ejes, en el ámbito valenciano, están generando  una escisión de los comportamientos electorales entre electores donde dominan las lógicas tradicionales y estructurales del sistema político (ejes identitario y derecha-izquierda) y aquellos, sobretodo los más jóvenes, que priorizan el rechazo a la gestión de la crisis y la distancia de los partidos respecto a la partitocracia tradicional. Los primeros siguen siendo muy importantes y bien sea por fenómenos de elección consciente, fidelidad de voto, solidaridad de clase (especialmente en las clases medias-altas y altas), clientelismo o miedo al cambio. Los segundos tienen una dimensión difusa, creciente y cada vez más significativa. La particularidad de estos nuevos ejes de escisión política, es que diluyen el peso de las fracturas tradicionales y sitúan como partidos de referencia central a los que en la escisión tradicional son partidos periféricos y, en el caso valenciano, de manera especial a Compromís y en un orden secundario a UPyD y EU, que son vistos como más vinculados con la partitocracia tradicional.  

Mònica Oltra (Compromís)
Esta nueva realidad, genera que un número creciente de ciudadanos valencianos vean al PP (y a sus desesperantes Mariano Rajoy y Alberto Fabra) como algo fallido, sin capacidad suficiente para hacer frente a la crisis y que, si hemos de hacer caso a las encuestas, habría perdido, en poco más de año y medio, entre una cuarta parte o una tercera parte de sus votantes (unos 300.000 o 400.000 votos valencianos) o que el PSPV-PSOE, que ya perdió un tercio de sus apoyos en 2011, siga desangrándose (al menos 100.000 votos valencianos menos desde 2011) y sea asociado a un partido que hizo frente, de manera igualmente injusta e inadecuada, a la crisis. O que se prevea la futura entrada en las Cortes Valencianas de un partido sin casi militantes valencianos como UPyD, el aumento de votos (siempre limitado) de EU y el crecimiento, bastante más espectacular e impensable hace sólo dos años, de Compromís.


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